Esos Policías y Sus Sombreros...
Desde los tiempos del cine negro, de los Bogart, E.G. Robinson, Cagney y Welles, entre otros, a la más moderna Chinatown, esta película, encaja entre ellas, por un guión al puro estilo del cine negro, envuelta en abalorios modernos, pero sublimemente estudiados, para componer una historia deslumbrante en todos sus cuidados aspectos. Veamos algunos de ellos:
A) El empleo del cigarrillo (puro, en el caso de Penn), casi como un ritual, que en varias escenas, donde la tensión aumenta, es como un bálsamo, y que hasta Melanie Griffith, utiliza al despertar, después de saberse engañada por su marido; creo que es de las películas donde más se fuma, con el beneplácito del público.
B) El vestuario es impecable; si pudiéramos consultar los antiguos figurines de la abuela, nos sería fácil encontrar este tipo de vestir en aquella época (los 50); El remate del sombrero, que da título a la película, es el elemento que mitifica a los intérpretes, y que se presta a unirlos (diferentes escenas, así lo corroboran), es decir, los protagonistas, no serían los mismos sin sombrero.
C) El coche, es otro de los logros del “casting”, y se convierte en el quinto miembro de la brigada con total solvencia y protagonismo.
D) La historia, con extraños vericuetos y roma en su planteamiento, al igual que las magistrales “La senda tenebrosa”, “Tener y no tener”, “El tercer hombre” o “La dama de Shanghai”, que suelen no dejar claros, elementos, objetivos y sobre todo el desenlace, que en cualquier película del género, supone una reflexiva interrogante.
E) El elemento sexual, encarnado en la bellísima Connelly, que siempre tiene gran importancia en la trama; comentar que Jennifer Connelly, a la que admiro como actriz y me deslumbró con su sensualidad y belleza, luce aún más bella, en “Labios ardientes”, también encasillada dentro del cine negro.
En definitiva, una película a tener en cuenta, donde Nick Nolte, Jennifer Connelly, Chazz Palminteri, Michael Madsen, Chris Penn y Melanie Griffith, y las breves apariciones de Bruce Dern, Rob Lowe, Louise Fletcher y John Malkovich, sitúan el listón en posición alta.
Caso aparte, para Nick Nolte, que llena la pantalla desde el primer momento, con su corpulencia y magistral interpretación.
Como final, mi desacuerdo con otras valoraciones, que se atreven con una visualización, a elevar comentarios, que lo que hacen, es, desanimar al presunto espectador, y provocar las risas de unos y las iras de otros. Si el cine, es tenido como un valor artístico, se ha de comprender la decisión de su autor a llevarlo en la forma que estime conveniente; otra cuestión es, que guste o no. Por ello, he leído de esta película, que se trata de una película fallida, con argumento decadente, donde se mezclan distintas tramas, y que se vuelca en exceso en el personaje central. Muchas de las más aclamadas películas del cine negro, se valen de estos planteamientos para resolver un cine, que apabulló por su solvencia y recreación artística. Valga como ejemplo, a bote pronto, la magnífica «La mujer del cuadro» o «Chinatown».
La Brigada del Sombrero, de principio a fin.
En 1954, cuatro agentes de la policía de Los Ángeles, pasan a formar parte de un grupo creado por los máximos dirigentes policiales, al margen de cualquier tipo de control, con reglas propias y empleando métodos demasiado expeditivos. Conocido como «La Brigada del Sombrero», está al mando del teniente Max Hoover (Nick Nolte).
Su misión primordial es la lucha contra el crimen organizado. El resto de la brigada está compuesta por Chazz Palminteri como Elleroy Coolidge, Michael Madsen como Eddie Hall y Chris Penn como Arthur Relyea.
Spoiler
En unos terrenos a las afueras de la ciudad, se va a construir una urbanización. El capataz de la obra encuentra a una mujer muerta, boca abajo, con graves traumatismos. Cuando el forense, da la vuelta al cadáver, Max, queda impactado al comprobar que la conocía íntimamente: fue su amante durante 6 meses.
En la comisaría, la brigada, recibe un paquete con una película, que es vista por Max y Elleroy, donde se ve a la chica asesinada en varias tomas, siendo una de ellas un encuentro sexual con un hombre en ese momento desconocido.
Posteriores investigaciones identifican al desconocido como el General Thomas Timms (John Malkovich), enfermo terminal de cáncer, que es el Jefe de la Comisión Estatal de Energía Atómica. Puestos sobre la pista, lo van a visitar a la base de los Grupos de Pruebas Atómicas, donde descubren varios lugares que aparecen en la película. Son descubiertos y llevados a presencia del General, no sin antes constatar, la ocultación de datos relevantes sobre la salud de soldados participantes en pruebas atómicas, ahora convalecientes con gravísimas secuelas y la connivencia de todos los mandos de la base.
El Coronel Nathan Fitzgerald (Treat Williams), que actúa incluso por encima del General, escolta ordenado por el General, a la brigada, al exterior de la base.
El Coronel, para proteger al General y a si mismo, envía una película que tiene guardada (con la intención de que el Teniente Max no implique al General y a la Comisión), con escenas de alto contenido sexual del Teniente Max y Allison Pond (la chica asesinada) (Jennifer Connelly), a la casa de Max, recibiéndola su esposa Katherine Hoover
(Melanie Griffith), que la ve con el consiguiente trauma emocional.
Max, esta vez, solo acompañado por Elleroy, vuelve a la base para averiguar (aunque lo sospecha) quién ha mandado la cinta. Saltándose la vallas, llegan subterfugiamente a la residencia del General, ya moribundo, al que entregan la película que tenían en su poder (ya que Max entiende que el General está libre de culpa y que el principal sospechoso es el Coronel), siendo controlados por el Coronel Nathan, que recibe la orden de escoltarlos y embarcarlos en avión a Los Ángeles.
Cuando van a despegar, el Coronel y un Capitán (Kyle Chandler), suben al avión con el pretexto de ir a resolver unos asuntos a su mismo destino. Durante el vuelo, surge una conversación entre ellos, detectando Max (que se lo dice a Elleroy en voz baja), en el tono de los militares y en que el avión no lleva puerta, que pretenden tirarlos al vacío.
Como agentes con gran experiencia, atacan a los militares que se defienden con armas de fuego, logrando deshacerse del capitán al que Elleroy tira por el hueco de la puerta, mientras Max inmoviliza al coronel, que es reducido y confiesa el crimen de haber tirado por la borda a la chica, erigiéndose en la figura responsable de toda la trama, y exculpando al General. Este también es arrojado al vacío, por un Max crispado.
En el forcejeo, el piloto es herido gravemente, aunque bajo la presión de los dos policías y con la máxima dificultad, logra aterrizar la nave.
Al bajar del avión, Elleroy, empieza a sentir frío, dándose cuenta de que ha recibido un disparo en el abdomen, muriendo en los brazos de su amigo Max.
Al final, en el entierro del agente Elleroy Coolidge, se consuma la disolución de «La Brigada del Sombrero» y la separación de Max y Katherine tras una emotiva conversación, a la que se ve alejarse entre las tumbas del cementerio, mientras que el coche de la exbrigada se marcha con Eddie y Arthur, dando paso a la entrada de los créditos finales.
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