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Ramón Gaya. Murciano Ilustre

Actualizado: 9 abr

Pintor de lo sutil, Poeta de lo singular... 



Ramón Gaya (Foto de Juan Ballester, extraída de Wikimedia Commons. Licencia CC)
Ramón Gaya (Foto de Juan Ballester, extraída de Wikimedia Commons. Licencia CC)


Ramón Gaya, nace en Murcia el 10 de octubre de 1910, de padres catalanes. Se inició en la pintura a temprana edad, de la mano de los pintores Pedro Flores y Luis Garay 

En la pequeña biblioteca familiar toma contacto con León Tolstoi, Friedrich Nietzsche y Benito Pérez Galdós

En 1927, obtiene una beca del Ayuntamiento de Murcia, que le permite viajar a Madrid, donde entabla amistad con Juan Ramón Jiménez y conoce a la mayoría de componentes de la Generación del 27

En 1928, acompaña a Pedro Flores y Luis Garay a París, donde participa en una exposición en la galería Aux Quatre Camins, que resulta ser un éxito, pero su estilo clásico le hace decepcionarse ante la oferta de las vanguardias. Regresa a Murcia, donde en agosto de ese mismo año, fallece su madre, para poco después marchar a Altea, donde residirá varios meses. A partir de 1932 y hasta el comienzo de la Guerra Civil, colabora con el proyecto de Misiones Pedagógicas. En junio de 1936 se casa en Madrid con Fe Sanz, con la que tiene su única hija, nacida en Valencia en 1937. Durante la guerra, forma parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Es miembro fundador de la revista Hora de España, por donde pasaron grandes artistas como Manuel Altolaguirre, Maria Zambrano, Rafael Alberti, Antonio Machado...    

Los finales de la guerra, coinciden con la muerte de su esposa en el bombardeo de Figueras, al que sobrevive su hija y la muerte de su padre en Barcelona.

En junio de 1939 y en compañía del grupo Hora de España, embarca rumbo a Méjico, donde permanecerá exiliado hasta 1952, año en el que vuelve a Europa, viajando por París, Venecia, Florencia y Roma, donde visita a María Zambrano, volviendo de nuevo a Méjico, hasta su regreso a España en marzo de 1960.

Durante los años siguientes, viaja por diversas ciudades, Barcelona, Madrid, Murcia y Valencia, donde en 1966 conocerá a la que sería su segunda esposa: Isabel Verdejo. Sus constantes viajes por el territorio nacional, producen un resurgimiento de su figura, por medio de varias exposiciones, el reconocimiento de su tierra y la publicación de la segunda edición de su libro Velázquez, pájaro solitario (de la que se han alcanzado 4 ediciones), al mismo tiempo que su pintura adquiere los rasgos de luz y enfoque que la caracterizaron en sus últimos años.

En 1985 el Ministerio de Cultura le concede la Medalla de Oro al Mérito en la Bellas Artes. En el año 1989 se lleva a cabo una Exposición Antológica de su obra en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y en la Iglesia de San Esteban de Murcia. En 1990 se inaugura en Murcia el Museo Ramón Gaya, que alberga más de 500 obras, donadas por el artista a la ciudad de Murcia. En 1997 se le concede el Premio Nacional de las Artes Plásticas. La Universidad de Murcia le concede en 1999 el título de Doctor Honoris Causa. En Valencia, el año 2000, el IVAM ofrece una gran exposición sobre su obra. El Ministerio de Cultura le premia en 2002 con el Premio Velázquez a las Artes Plásticas, en su primera edición. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, bajo la dirección de Juan Manuel Bonet, acoge en 2003 una exposición sobre su carrera artística. Muere en Valencia el 15 de octubre de 2005.

Ramón Gaya fue un pintor de pincelada suave, ligera, emotiva, pero definida en el trazo, descubridora de imágenes llenas de un encanto sobrenatural, de una perspectiva imposible pero natural y, todo ello le ocupó su vida entera, encontrando momentos de inspiración para cultivar la poesía, extensión de la palabra de su pincel, síntesis de humanidad, de profunda visión del suceso artístico. Amó a Velázquez y él, fue en todo momento, fuente de inspiración, para disfrute de todos cuantos amamos el arte, de todos cuantos hablamos a diario con nuestra alma inmortal.


No es consuelo, silencio, no es olvido lo que busco en tus manos como plumas; lo que quiero de ti no son las brumas, sino las certidumbres: lo perdido con toda su verdad, lo que escondido hoy descansa en tu seno, las espumas de mi propio sufrir, y hasta las sumas de las vidas y muertes que he vivido. No es tampoco el recuerdo lo que espero de tus manos delgadas, sino el clima donde pueda moverme entre mis penas. No esperar, mas tampoco el desespero. Hacer, sí, de mí mismo aquella sima en que pueda habitar como sin venas.


Artículo aparecido a los pocos días de su muerte, en el diario La Verdad de Murcia
Artículo aparecido a los pocos días de su muerte, en el diario La Verdad de Murcia

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