Soñar no es un lujo, es una necesidad...
Sueños
Aquella noche de oscuridad melancólica,
de granítico, espeso negro,
un inesperado fulgor,
conjuró los cielos
con el lento discurrir de mis sueños
y creó un rayo de refulgente luz azulina.
Yo no tenía nada que ofrecer.
Sólo poseo un cofre mágico.
Su seno me canta canciones
con arpa y cítara,
y yo, yo…
sólo sueño, sueño…
emprender un blanco vuelo
de libertades vestido,
correr en pos de la vida que se escapa,
y,
susurrar dormido el nombre de la amada…
besar su pecho de nácar…
y soñar que sueño, que sueño…
en Orihuela, un pueblo cercano al mío,
he visitado a Miguel un buen amigo,
y también a Antonio en Baeza; incluso,
he visto paseando con su larga barba blanca,
por Nueva York, al bueno de Walt…
he tocado la rosa azul,
y me ha convocado el mar
para con su azul mojarme,
y he visto los campos
de azules amapolas…
El cielo todo me da.
Mas yo no tengo nada.
Sólo mis sueños, llantos del más allá,
risas del más allá,
tristezas del más allá,
cantos de más allá, del más allá.
No tengo nada.
Bordeo las esquinas, y,
no sigo el camino recto.
Muero en un instante
y al siguiente,
nada tengo.
Pero vivo en los sueños,
más allá de las manos que me sujetan,
cerrando los ojos a la luz oscura,
perdiendo la sangre de mis antepasados
en un ciclo de vida y muerte.
Dame cielo la muerte de la luz,
para que el rayo azul,
me dé la vida del sueño.
Nada tengo en mis enjutas manos.
Mucho en mi corazón sediento.
Sólo poseía una cofre mágico.
Su seno me cantaba canciones
con arpa y cítara,
y yo, yo…
sólo soñaba, soñaba…
© francisco javier costa lópez
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