Hay Que Cuidar las Rosas...
Pequeña Rosa
Él la conoció
un frío atardecer de mayo.
Era una pequeña rosa
de blancos pétalos
entreabiertos,
empapados de un fresco aroma,
recubiertos de rocío,
entre los cuales,
unos ojos de infinito brillar,
lo miraban con recato,
con belleza sin igual.
Supo al momento,
que su pulso se aceleraba,
que el pecho de ella
se henchía
al roce de los fugaces púrpuras,
mientras extendía la mano
hacia su talle.
Él la amó
aquel frío atardecer de mayo.
Y la pequeña rosa,
como la más fulgente estrella,
resplandeció en la noche,
que levemente descendía
portadora del secreto
de un amor eterno.
© francisco javier costa lópez
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