La Energía del Western y la Fuerza de sus Protagonistas...
No creo que nadie por muy erudito que sea en el mundo del cine, pueda elaborar una lista ecuánime de películas, temas, actores, etc., porque siempre faltarían algunas para él y para otros habría que cambiarlas todas. No obstante, bajo la premisa de que hay gustos para todo, cada uno puede jerarquizar sus preferencias, y éstas, siempre merecerán todos los respetos del resto de cinéfilos.
Dicho lo dicho, estamos ante un género suficientemente consolidado en el espacio fílmico y decisivo en la historia del cine, pues en 1903 el cineasta Edwin S. Porter, colaborador en el estudio de Thomas Alva Edison, realizó el primer western del cine como narrativa en imágenes, siendo también a su vez, el primer montador de imágenes tomadas en diferentes localizaciones y en diferentes momentos, paso fundamental (el montaje), en la consecución de una historia coherente. La película se tituló «The Great Train Robbery (Asalto y robo al tren)», tenía una duración aproximada de 10 minutos y constituyó un gran éxito de público y crítica, lo que contribuyó a la rápida proliferación de «nickelodeones», pequeñas salas de proyección cinematográfica, en todo el territorio de EEUU.
Me he fijado un tope de cinco películas porque aunque lo hubiera hecho con 10 ó 20, mi problema de elección se habría multiplicado por 3 ó 4 y tampoco solucionaría lo que a todas luces no ofrece posibilidad de continuidad, mejora o acierto fidedigno.
Cuando se nombra la palabra Western, a todos los cinéfilos nos viene inmediatamente ─o, por lo menos a mi me pasa─ a la mente dos nombres John Ford y John Wayne, ambos artífices de los momentos más memorables del cine del oeste.
Ford había comenzado en 1917 a narrar historias (mudas) ambientadas en el oeste, con el carismático Harry Carey de protagonista, filmando más de 35 películas dedicadas a este tema, donde la mayoría son de una gran calidad. En cuanto a Wayne, conocido en el mundo del cine como The Duke (El Duque), había comenzado precisamente en el western en 1926, protagonizando como secundario, una película titulada El Asalto al Tren Expreso (una coincidencia casi exacta con el nombre del primer western de la historia antes nombrado) y, ya, su carrera fue una sucesión de buenos personajes en los cuales dejo su impronta para la eternidad.
Pero no tenemos que olvidar a otros clásicos y excelentes directores y actores: Fred Zinnemann, Gary Cooper, Anthony Mann, James Stewart, Howard Hawks, Kirk Douglas, Michael Curtiz, Errol Flynn y una casi infinita pléyade de estrellas.
En cuanto a títulos, son tantos y tan buenos que se hace imposible nombrarlos a todos: Río Lobo, El Dorado, El Último Tren a Gun Hill, El Árbol del Ahorcado, Por Un Puñado de Dólares, El Jinete Pálido y las más modernas Silverado, Tombstone: La Leyenda de Wyatt Earp o El Tren de las 3:10.
Mis Cinco Mejores Películas de Western
El orden de Presentación es aleatorio
The Searchers | Centáuros del Desierto | 1956
Para mi, el mejor western y una de las mejores películas de la historia del cine.
La búsqueda de una muchacha raptada por los indios, se convierte también en la búsqueda de la propia identidad, de la reflexiva cuestión de plantearnos quienes somos y porque actuamos como lo hacemos, en definitiva, de cómo vivimos. A veces es doloroso y nos obliga a perdonarnos a nosotros mismos, por un sencillo y a la postre humano motivo: alcanzar la madurez.
Por otro lado John Ford, está presente en cada fotograma para impregnarlo de su singular visión cinematográfica, a parte de darnos un buen paseo por Monument Valley, una de sus grandes pasiones.
John Wayne está magnífico, al igual que el joven Jeffrey Hunter.
Jamás olvidaré el alarde fordiano con que termina la película: cámara situada dentro de la casa y a contraluz, John Wayne, enmarcado por el dintel de una puerta, se va alejando, mientras la puerta se cierra dejando la pantalla en negro. El «The End» más logrado de la historia del cine.
Magistral de principio a fin.
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Unforgiven | Sin Perdón | 1992
Intentar descubrir a estas alturas a Clint Eastwood, por decir algo, no es serio, por ello, daré solo unas pinceladas con motivo de este singular pero magnifico western.
Iniciado en el «spaghetti western», de la mano de su mentor Sergio Leone, con el que realizó 3 grandes western, supuso su lanzamiento al estrellato, que unido a su talento interpretativo le aupó rápidamente a ser disputado por directores «más afamados». Poseedor de un carismático porte y un frío control de los personajes, estas cualidades, le posibilitaron la creación de implacables tipos, como Harry Callahan, antes de dar el salto tras las cámaras, cuestión esta, por la que todos los aficionados le estamos muy agradecidos.
Eastwood, pulió sus personajes de oeste de antaño, sin desposeerlos de su interés, basado en una ambigüedad casi «kafkiana»: un asesino que hace el bien. En efecto, el forastero de Infierno de Cobardes; Josey Wales de El Fuera de la Ley; el predicador de El Jinete Pálido o William Munny de esta excelente Sin Perdón, pertenecen a la misma tipología personal y sentimental, sin alma, pero razonablemente bueno y frío calculador, para llevar a cabo sus designios, que tanto gusta al público y, que a menos que te descuides, te atrapa y no te deja ni rechistar.
Sin Perdón es, un brillante cierre a una tetralogía incuestionable.
Magnifica aportación de actores, con una ambientación y puesta en escena impecable, y otro gran final, como corresponde a los grandes maestros.
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Una película sobre los códigos ético, de honor y humano, que inunda la pantalla con personajes que en su disparidad, crean una trama cuya verosimilitud asombra a medida que el film avanza. Contada como un relato del abogado encarnado por James Stewart, tiene momentos memorables logrados por la implicación de sus protagonistas.
John Ford, volvió a las andadas, con otro western para la posteridad, repleto, si se me permite la expresión, de misticismo, y un claro objetivo: la muerte del forajido Liberty Valance, es a su vez, la muerte del viejo oeste.
Este tema, al que Ford recurre varias veces en su filmografía, actúa a la inversa, con el mismo actor Wayne, en Centauros del desierto: en la escena final, él queda solo en escena, mientras la puerta se cierra dejando la pantalla negra; el viejo oeste, Wayne, permanece y vivirá eternamente.
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High Noon | Solo Ante el Peligro | 1952
Solo Ante el Peligro, es punto y aparte.
Fred Zinnemann, logra crear con un solo personaje una tensión que transmite al espectador, a cada segundo de una "interminable" espera.
Will Kane es un sheriff de un pequeño pueblo del oeste americano, amenazado por un asesino al que él mandó a la cárcel, y que tras su puesta en libertad, ha jurado venganza.
Nadie en el pueblo le ayudará y hay un tren que trae al asesino, para matarlo.
Los momentos de espera y tensión, no son solo eso, son los que encumbran al héroe, al hombre atrapado entre su responsabilidad y su temor a que su mundo se desplome (él está recién casado con Amy, su joven esposa interpretada por Grace Kelly), pero el bien debe de prevalecer, no para satisfacción del público, sino como medio de preservar a la humanidad de los avatares que la amenazan.
Gary Cooper, el larguirucho como era conocido entre sus amigos, borda un personaje sobrio a la vez que elegante, como a él le gustaba que le viera su público. A partir de esta película, los hombres de bien que quedan "colgaos" por sus propios vecinos, fueron en aumento en la filmografía no solo del western, sino incluso en el campo de la ciencia ficción, que se permitió el lujo de rehacerla en la correcta Atmósfera 0, con protagonismo de otro grande, Sean Connery.
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Cuando dos actores de la talla de Kirk Douglas y Anthony Quinn se enfrentan ante las cámaras y del otro lado esta un artesano de la imagen como es John Sturges, autor entre otras de las inspiradas Conspiración de Silencio, Duelo de Titanes, Los 7 Magníficos o La Gran Evasión, por nombrar algunas de su amplio catálogo de realizaciones, solo podemos esperar un film lo suficientemente sólido y eficaz, para lograr que la historia logre ser veraz.
Analizándola planamente, la trama es sencilla: Matt Morgan (Kirk Douglas) es un sheriff y Craig Belden (Anthony Quinn), son dos viejos amigos, cuyas vidas vuelven a cruzarse, por el trágico asesinato de la mujer del sheriff a manos del hijo de Craig y sus amigos. Matt jura llevar a los asesinos ante la ley, con la oposición de Craig. También hay un tren (como casi todas las películas del western que se precien) y también hay una hora, las 21:00, y una lucha contra el reloj, donde cada uno jugará sus bazas.
La actuación de Kirk Douglas, de un hombre abatido por la tragedia y defensor de la ley y la justicia, hasta el punto de no maltratar a quien poco antes ha matado brutalmente a su esposa, es soberbia: su mirada sombría y triste, es a la vez una confesión de su dolor interno y la llama que mantiene firme en su mano la escopeta de dos cañones con que apunta al homicida.
En el otro lado, Anthony Quinn, nos muestra su desesperación ante el grave crimen de su hijo, su sentido de protección paterno y el quebrantamiento de la justicia que esto le supone. «Tour de force» de dos de los grandes de Hollywood, con un final de antología, que ya es un clásico.
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