¿Lo intentamos?
¿Cuántas preguntas somos capaces de hacernos a lo largo de nuestra vida?
Muchas, casi innumerables.
Y de todas ellas, cuáles realmente son importantes, bueno todas son importantes, pero, cuántas merecen la pena para progresar como persona, en su sentido estricto, es decir, no me refiero a lo material, sino a lo espiritual, a lo que va a hacer, que tu vida tenga sentido y lo transmitas a los demás, y además, cuando tu camino llegue al final, seas recordado, porque tus raíces siguen alimentando el recuerdo de otros.
Por todo ello, ahora que mi avanzar se vuelve más lento, más mesurado y prudente, vienen a mí, esas preguntas que siempre han estado escritas en el viento, pero que llegado a determinados recodos del camino, uno las encuentra como el maná reconfortante.
Porque hacerse ese tipo de preguntas e intentar darles respuesta, repone las fuerzas del alma que busca sentido a la vida.
Aquí os dejo, algunas de las últimas que me he formulado:
¿Cómo llamar a ese caminar que me lleva a ningún sitio, a vagar por los espacios de la mente, queriendo ejercitar una facultad cercana al pensamiento que se estremece entre cárceles de imágenes, sonidos, palabras y sentimientos?
¿Cómo expresar, las siluetas que sórdidas, como perdidas, afloran a esos caminos, preguntándome si su mano en la mía, calmará mi ansiedad de vivir?
¿Cómo caminar en la realidad de mis días, si no encuentro un horizonte donde poder llorar?
¿Cómo volver al día en que supe, que no sabría más?
Comments