Hacia un Feminismo Real...
El sol aún no se había alzado. Sólo los leves pliegues, como los de un paño algo arraigado, permitían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo rayaban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente. Al acercarse a la playa cada barra se alzaba, se amontonaba sobre sí misma, rompía, y se deslizaba un sutil velo de agua blanca sobre la arena. La ola se detenía, y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el del durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia. Poco a poco, la oscura raya en el horizonte se aclaraba, como si las partículas suspendidas en una vieja botella de vino hubieran descendido al fondo, dejando verde el vidrio. También más allá se aclaraba el cielo, como si el blanco poso hubiera descendido, o como si el brazo de una mujer recostada bajo el horizonte hubiera alzado una lámpara, y planas barras blancas, verdes y amarillas se proyectaban en el cielo, como las varillas de un abanico. Entonces, la mujer alzó más la lámpara, y el aire pareció devenir fibroso y apartarse de la verde superficie, chispeante y llameando, en rojas y amarillas hebras como el humeante fuego que ruge en una hoguera. -Poco a poco, las hebras de la hoguera se fundieron en un resplandor, en una incandescencia que alzó el peso del gris cielo lanudo, poniéndolo encima de él, y lo convirtió en millones de átomos de suave azul. La superficie del mar se hizo despacio transparente, y estuvo destellante y rizada hasta que las oscuras barras quedaron casi borradas. Lentamente, el brazo que sostenía la lámpara la alzó más, y después más, hasta que la ancha llama se hizo visible. Un arco de fuego ardía en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar lanzaba llamas doradas. La luz incidió en los árboles del jardín, y dio transparencia a una hoja. Y luego a otra. Un pájaro gorjeó alto. Hubo una pausa. Otro pájaro gorjeó más bajo. El sol dio relieve a los muros de la casa, y se posó como la punta de un abanico cerrado en una blanca persiana, dejando una azul huella digital de sombró bajo la hoja junto a la ventana del dormitorio. La persiana se movió lentamente, pero dentro todo era penumbra sin sustancia. Fuera, cantaban los pájaros su melodía vacía. Introducción a su novela «Las olas». 1931
El 28 de marzo de 1941, amaneció en Inglaterra, como otro día cualquiera, bajo la amenaza del terror de los bombardeos nazis que por esas fechas estaban en su punto más álgido. Pero también fue un día luctuoso para el mundo literario universal, pues Virginia Woolf decidió terminar sus días, ahogándose voluntariamente en el río Ouse, en las inmediaciones de Rodmell, cerca de Sussex, donde residía. El 25 de enero de 1882, Adeline Virginia Stephen, nació en Londres. Su padre, Sir Leslie Stephen, era principalmente novelista e historiador aparte de otras aficiones. Su madre fue Julia Jackson que aunque nacida en Calcuta (India), terminó por trasladarse a Inglaterra. De un primer matrimonio, del que enviudó pronto, tuvo tres hijos. Por su parte, Leslie, que también había enviudado, tenía un hijo. Fruto de su matrimonio, tuvieron cuatro hijos, siendo ella la tercera en orden. Por tanto, Virginia, creció en una familia de ocho hermanos enfrentados por distintas lealtades, estando influida por su hermana Vanessa. Vanessa, la mayor, ejercía de madre y protectora de los hermanos, sobre todo en los enfrentamientos con sus hermanastros, pero el dinamismo de la relación con Virginia, a veces indiferente, sumado a los dispares intereses de ambas, las forzaban a mantener un contacto competitivo entre la escritura de Virginia y la pintura de Vanessa. Extraído de un artículo mío aparecido en mi revista «ESTRO» nº 25 de enero - junio de 2022
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Adeline Virginia Woolf (con apellido de nacimiento Stephen, Londres, 25 de enero de 1882-Lewes, Sussex, 28 de marzo de 1941), más conocida como Virginia Woolf, fue una escritora británica, autora de novelas, cuentos, obras teatrales y demás obras literarias; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo xx y del feminismo internacional. Durante el período de entreguerras, Woolf fue una figura significativa en la sociedad literaria de Londres y miembro del grupo de Bloomsbury. Sus obras más famosas incluyen las novelas La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928), Las olas (1931), y su breve ensayo Una habitación propia (1929), con su famosa frase «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción». Fue redescubierta durante la década de 1970 gracias a ese mismo ensayo, uno de los textos más citados del movimiento feminista, el cual expone las dificultades de las mujeres. (Wikipedia)
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