Las Fechas de la Concordia...
Llega la navidad, y parece como si todo cambiara. Hasta los futbolistas, personajes de la –élite–, galácticos, privilegiados y hasta millonarios ellos, se acercan a los más pequeños y desvalidos, para llevarles alguna vaga ilusión. No hay partidismo en esta valoración, y bien podría haber mencionado a: políticos, artistas y otros colectivos, que el peatón de la vida, sólo ve en las revistas y en la TV, si es que consulta tales medios, porque yo, valga el ejemplo, no lo hago.
Pero, a lo que iba. Llega la navidad, y algo parece cambiar en el ambiente: nos volvemos más comunicativos, necesitamos estar más cerca de familiares y amigos (sobre todo en comidas y cenas), sentimos que se nos ablanda el corazón, que lo que nos pidan, damos, que no importa cuantos WhatsApp ─yo sigo utilizando las tarjetas navideñas, que considero más intimas─ para felicitarnos, y que la mejor cena y comida deben de presidir nuestras mesas, los institucionalizados días de nochebuena, navidad, nochevieja y año nuevo, y a esperar los reyes ─me gustan más que Papa Noel─, por si se acuerdan de nosotros, teniendo en cuenta, que todo esto lo preside y lo despide, los millones de la famosa Lotería de Navidad y del Niño.
Y he aquí, que de repente nos vemos en el día 7 de enero, igual que estábamos el 21 de diciembre anterior: volvemos al trabajo, y con aquel compañero con el que gastamos bromas en una festiva cena, tenemos la primera bronca postvacacional, aunque afortunadamente, media hora después, un café y un lo siento, terminan tan cruenta batalla. Es decir volvemos a lo normal, a lo que estamos acostumbrados: la rutina.
La ─suerte─ de los que nada tienen, es que se ahorran este parco comentario.
Con vuestro permiso, Feliz Navidad para todos ellos, y para Ud. amable lector, que me soporta.
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