Algo Muy Peligroso...
Hablaba (en una ocasión), del concepto universal de ser humano u "homo sapiens", al que cabe achacarle defectos y virtudes, quizás no a partes iguales, pues la vida, hoy en día, y no es utopía, concede más saldo al debe que al haber. Para contrarrestar tal efecto, existe una poderosa arma: el esfuerzo de ser, de humanizarse, de concederse la sabiduría del ignorante, de empeñarse en conseguir la perfección a la que aspira el género humano, colectiva e individualmente, porque el alma, siempre la buscará aún con la negativa de la mente.
Ello es un mecanismo, unido intrínsecamente a la vida, desde que se nace hasta que se muere. Es un instinto que redime al hombre de las banalidades con que la vida nos machaca a diario. Y qué mayor banalidad que la intolerancia. Si fuéramos consecuentes con nosotros mismos, nos daríamos cuenta, que lo que nos concedemos a diario como actos cotidianos, se lo negamos a nuestros semejantes, como un ejercicio de autoafirmación del ego, nuestro primer y principal enemigo.
Por todo esto, las personas, más en un entorno como pueda ser el laboral, donde a diario se repiten las suficientes horas de compañía, deberíamos tener presente, que nuestro compañero, no es un alíen, es un humano, y que sus propios defectos, son al mismo tiempo muy similares a los nuestros. Si ello se tomara, por iniciativa de todos, redundaría en un beneficio tanto social (que tanto nos gusta), como emocional o más bien, espiritual.
¿No creen Uds., que merece la pena, seguir una trayectoria parecida?
Guerras, agresiones tanto físicas como psíquicas (el tan de moda mobbing o acoso laboral), la violencia de género y otro tipo de situaciones deshumanizantes, se borrarían poco a poco del entorno de la persona.
Si de verdad, queremos ser un pueblo que avanza en pos de la tan deseada perfección, no podemos obviar, que nuestro primer paso sea el de la comprensión.
Muchas veces, ocurre también, que el hostigador, se encuentra en una fase más o menos densa de deterioro mental, y en este caso, es labor de todos, canalizarlo a través de los conductos sanitarios competentes, aunque esto sea difícil y peligroso a la vez.
Pero nada de esto podrá ser efectivo, cuando quienes representan a la autoridad pública general, como: gobiernos, legisladores, jueces, directores de centros de trabajo públicos...; y autoridad privada como: jefes, empresarios, directores, encargados de personal, mediadores, profesionales al servicio de empresas..., no se impliquen en un suceso, que a todos atañe y que a todos perjudica.
La salud de una sociedad, no radica en sus declaraciones, en su manifestación de voluntades, en que sus autoridades se dirijan a sus interlocutores con promesas las más de las veces incumplidas, olvidadas, sino en la práctica de las buenas costumbres, del entendimiento universal.
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